PARA REFLEXIONAR
Una experta en seguridad alimentaria lo tiene claro: "Lo natural no siempre es sinónimo de saludable"
Muchas veces confundimos los términos y nos dejamos engañar fácilmente: Que un alimento sea natural no significa que sea mejor, que una etiqueta lleve muchos ingredientes no significa que sea peor. Y de hecho: ¿A qué nos referimos cuando hablamos de que un alimento es natural?

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Cuando mi hijo tenía 5 años me soltó: "¡Mamá, lo natural es lo que se hace solo! Como las montañas. Las galletas no son naturales". Y, la verdad, no le faltaba razón. Porque, si lo piensas bien, eso de "natural" es una palabra que usamos como comodín… para todo lo que suena bonito. Y claro, cuando suena bonito, lo compramos con los ojos cerrados.
Pero, ¿qué significa realmente que un alimento sea natural? Y más importante aún: ¿Nos estamos dejando engañar por un concepto que ni siquiera tiene una definición clara?

Que sea natural no significa que sea bueno
Empecemos por lo básico: natural no es sinónimo de saludable. Ni siquiera es sinónimo de inocuo. El veneno de serpiente es natural. La cicuta es natural. Un terremoto es natural. Y tú no querrías tener ninguna de esas cosas en tu desayuno, ¿verdad?
El problema es que la industria (y muchas marcas) han convertido la palabra natural en un reclamo publicitario muy potente. Tan potente que parece que, si un pan de molde lleva la palabra natural en la etiqueta, automáticamente creemos que es más sano. Aunque tenga azúcar, estabilizantes y conservantes como el ácido sórbico, perfectamente legales… pero bastante poco... campestres.
Legislación sobre el etiquetado de alimentos
Pues aquí viene la sorpresa: no existe una definición legal clara y única en Europa sobre qué es un alimento natural. No hay un reglamento que diga qué requisitos tiene que cumplir un producto para poder llamarse natural, en general. Lo que sí hay son normas específicas para ciertos productos. Por ejemplo:
- Aromas: el Reglamento (CE) 1334/2008 sí define qué es un aroma natural: tiene que proceder en un 95% de la fuente indicada (por ejemplo, vainilla) y obtenerse mediante procesos físicos, enzimáticos o microbiológicos.
- Zumos: también se regulan expresiones como "sin azúcares añadidos" o "100% natural", pero siempre con matices y condiciones.
El resto… bueno, está a medio camino entre lo que quiera venderte el fabricante y lo que tú quieras imaginarte. Así que sí, lo natural es más una estrategia de marketing que una garantía de calidad o seguridad.

Ningún alimento actual es realmente natural
Volvamos a lo que dijo mi hijo. Porque tiene más ciencia de la que parece.
Los alimentos, tal y como los consumimos hoy, no existen en la naturaleza. No hay campos silvestres de trigo moderno. Ni gallinas que pongan huevos XL por arte de magia. Ni lechugas iceberg creciendo entre las piedras.
Desde el Neolítico, cuando los humanos empezaron a practicar la agricultura, hemos ido modificando los alimentos a nuestro antojo. Y no lo digo como algo malo: lo hicimos para que fueran más productivos, más sabrosos, más seguros. Para que nos alimentaran mejor.
El plátano actual no es natural: es fruto de siglos de selección artificial. Si te comieras un plátano silvestre, te pasarías más tiempo escupiendo pepitas que disfrutando.
El maíz que comemos tampoco es natural: el original, el teosinte, era una planta dura, con granos difíciles de comer.
Y ni hablemos de los tomates: los naturales eran pequeños, ácidos y feos. Nada que ver con los que hoy encontramos en la frutería.
Entonces: ¿por qué decimos que un alimento natural es mejor, si prácticamente ninguno es realmente natural, según esa definición?

¿Qué creemos que son los alimentos naturales?
Existen diversos mitos que conviene desmentir sobre lo que pensamos que son alimentos naturales. Allá vamos:
- Mito 1: Natural es sinónimo de "sin procesar"
Error. Todo alimento pasa por un proceso. Desde lavar una manzana hasta pasteurizar la leche, todo cuenta. Y ojo, eso no lo hace malo. Al contrario: procesar los alimentos nos permite conservarlos, hacerlos seguros y mejorar su valor nutricional.
¿Sabías que el tomate frito en conserva tiene más licopeno (un antioxidante) que el tomate crudo? Procesado, sí. ¿Malo? Para nada.
- Mito 2: Si lleva aditivos, ya no es natural
¡Falso! Y cuidado con esto, que es un clásico. Los aditivos son sustancias que se añaden para conservar, mejorar el sabor, la textura o el aspecto de un alimento. Y aquí hay mucha leyenda urbana. Que si los E-xxx son peligrosos, que si te envenenan lentamente…
La realidad: todos los aditivos que se usan en Europa están evaluados por la EFSA, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria. Y su uso está estrictamente regulado. ¿Son artificiales? Algunos sí, otros no. Pero artificial tampoco es sinónimo de malo. La vitamina C también se puede fabricar en laboratorio. ¿Deja de ser vitamina? Pues no.
- Mito 3: Cuanto más natural, menos ingredientes
Otro mantra que se repite mucho: si no lo puedes pronunciar, no lo comas. Y no, tampoco es así de simple.
Que un ingrediente tenga un nombre largo o raro no significa que sea perjudicial. A veces solo es el nombre técnico de algo muy sencillo. ¿Sabías que la E-300 es ácido ascórbico, es decir, vitamina C?
Y, por cierto: un pan natural con solo tres ingredientes (harina, agua y sal) puede tener más carga glucémica que uno con fibra, semillas y algo de fermentación más compleja. Menos no siempre es mejor.
Lo importante no es si es natural, sino si es saludable
Así que, antes de caer rendidos ante la etiqueta de natura, pensemos: ¿Tiene un perfil nutricional equilibrado?, ¿Aporta nutrientes beneficiosos?, ¿Está libre de riesgos microbiológicos o contaminantes?
Porque, sinceramente, prefiero unos garbanzos con espinacas en bote con sus aditivos que un pan natural de boquilla.
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