RESILIENCIA
Cómo interpretar el fracaso para que no afecte a la autoestima
Fracasar puede doler, pero no tiene por qué hundirte. Te contamos cómo reinterpretar el fracaso para que no lastre tu autoestima, sino que te ayude a crecer, aprender y seguir adelante con más confianza y claridad que nunca.

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Fracasar nunca es fácil. Puede doler, remover inseguridades y hacer que lo veamos todo más oscuro de lo que en realidad es. Pero ¿y si el fracaso no fuera el final, sino el principio de algo mejor? ¿Y si no definiera quiénes somos, sino cómo decidimos avanzar?
Cuando no conseguimos lo que esperábamos —en el trabajo, en una relación o en un proyecto importante— es normal sentir tristeza o decepción. Pero la forma en que interpretamos ese tropiezo puede marcar la diferencia entre hundirnos o crecer. La psicóloga Pilar Conde, de Clínicas Origen, explica cómo podemos resignificar lo que llamamos "fracaso" para que no dañe nuestra autoestima.

¿De verdad hemos fracasado?
Antes de hundirnos, conviene hacer una pausa y revisar cómo entendemos el fracaso. Según Conde, solemos asociarlo a no haber alcanzado un resultado deseado. Pero eso no lo convierte necesariamente en un fracaso vital. De hecho, muchas veces lo que hay detrás es un exceso de autoexigencia o una necesidad de validación externa.
"Las personas cuya valía personal depende del resultado obtenido tienden a ser más vulnerables a emociones como la tristeza, la culpa y la decepción", advierte la experta. Es decir, cuanto más condicionamos nuestra autoestima al éxito, más riesgo tenemos de derrumbarnos si las cosas no salen como queríamos.
Transformar la decepción en impulso
Tras un mal resultado, es lógico sentirse mal. Lo importante no es evitar esa emoción, sino saber cómo gestionarla. "Cuando se permite, se valida y se aprende de ello, el fracaso se convierte en una oportunidad de cambio significativo", asegura Conde.
Ahí entra en juego la resiliencia: la capacidad de adaptarse y salir reforzada de situaciones difíciles. No se trata de positivismo ingenuo, sino de aprender a mirar la experiencia con otros ojos. Preguntarnos qué podemos mejorar, qué hemos aprendido o qué queremos hacer distinto la próxima vez puede ayudarnos a avanzar con más claridad y seguridad.

Fracasar no te hace menos valiosa
Una de las ideas más liberadoras que plantea la psicóloga es que un tropiezo no tiene por qué destrozar nuestra autoestima, siempre que esta esté bien construida. "No debemos definirnos por el resultado de una única experiencia", afirma. Tener claro quiénes somos, qué nos hace fuertes y qué valores nos guían es clave para no perder el rumbo.
Si el fracaso nos hace dudar de todo, quizá sea el momento de revisar desde dónde nos valoramos. ¿Nos queremos solo cuando todo va bien? ¿O también en los momentos difíciles?
Ignorar las opiniones ajenas
Aceptar el error se vuelve aún más complicado cuando está a la vista de todos. En la era de las redes sociales, donde cualquier fallo puede volverse viral, mantener el equilibrio emocional es un reto mayor. "La crítica pública dificulta la gestión emocional. Pero es importante recordar que las opiniones ajenas no nos definen", recalca Pilar Conde.
No es fácil ignorar el juicio ajeno, pero tampoco es sano dejar que nos condicione por completo. "La opinión negativa de los demás habla más de ellos que de ti", añade la experta. Por eso, cuando sientas que has fallado y el mundo entero te lo recuerda, vuelve al centro: tu valía no se mide por un resultado, sino por cómo decides seguir adelante.
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